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Hoy se cumple un año desde el día libre en el trabajo en el cual decidí, como casi nunca, tomar desayuno en la cocina. Bajé las escaleras, como casi nunca, usando sandalias y no descalza. Y como casi siempre, mi torpeza hizo su mejor aparición, y me quedé en una pose de bailarina de ballet con las piernas bien abiertas, una para adelante, y la otra para atrás, mientras caía aparatosamente en mi retaguardia.

Resumen: Peroné roto. Cirugía a los 3 días. Una placa de titanio y 5 clavos. 3 meses de baja. Alta ingesta de drogas autorizadas para cubrir el dolor. Poco movimiento. Excesiva cantidad de horas durmiendo y/o mirando el techo y/o aprovechando al máximo Netflix.

Mi proceso de recuperación, y aprendizaje (porque de todo se aprende) comprende dos partes. No busco ser fuente de inspiración, pero si ser una razón para que dejes de ser negativo y aunque cueste mucho trabajo, verle el lado menos malo, y más bonito a las cosas.

Reposo obligado. Eliminar pendientes.

Posterior a la cirugía, me mandaron reposo absoluto. Para alguien acostumbrada a hacer casi todo sola y sin dar mucha razón, se volvió complicado pedir ayuda en cada cosa que quería o necesitaba hacer. Mi mayor fuente de distracción era poder hacer mi chamba de oficina desde mi sofá.

A veces la vida nos manda una pausa, un pequeño break para ver todo desde otra perspectiva. Mi lista de pendientes para construir mi imperio es muy larga, y estando entre la cama y el sofá, recordé las muchas cosas que dejé de hacer por falta de iniciativa o perseverancia. Una de ellas este blog.

No hay forma segura u obvia de conquistar tus objetivos, pero siempre es necesario cambiar la óptica, y sentarte a terminar, de una vez por todas, con esas cosas que postergas, por miedo, pereza, falta de tiempo.

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Mi peroné actualmente, menos el clavo grande.

Re – aprender a caminar. Re-aprender a vivir.

Durante la etapa de terapia para volver a caminar, descubrí que me había vuelto dependiente de las muletas. Cuando el médico, mi tía y medio mundo acordó que debía dejar las muletas, fue prácticamente como quitarme el oxígeno. Había pasado dos meses dependiendo de todo para ellas, que realmente no me importaba continuar así, pero luego recordé los micros, el ir a hacer mis compras, los cursos que me había matriculado, la vida que tenía, y agradecida porque podía caminar, tenía que dar el primer paso.

Volver a caminar fue un paso de fe, el confiar en mis piernas nuevamente. Curiosamente perdí el miedo total, cuando estaba sola en la sala, sonó el teléfono de la casa, y no había nadie, estaba tan ofuscada por la insistente llamada que me paré y caminé, y oh, caminé bien. Luego vendría el aprender a tomar el micro, andar con bastón (no aguanté ni 3 semanas con eso, lo andaba dejando en todo lado) y luego a andar sola, sin apoyo alguno.

Hoy, un año después del accidente, entiendo que todo sucede por algo. No analizo qué pasó con mis piernas que decidieron jugarme un mal rato en las escaleras, sino en todas las cosas que aprendí y decisiones que tomé en mi tiempo de baja.

7 meses luego de mi caída, tomé mi primera clase de combat, recuerdo que el profesor preguntó si alguien tenía lesiones, y yo levanté la mano. Me dijo que no era necesario que hiciera los saltos ni forzara nada, y que si tenía dudas preguntara. Los primeros meses no hacía las cosas por miedo a volverme a romper algo. Hoy amo cada instante de la clase, y aunque sigo siendo un indefenso minion, las clases me dieron, semana a semana, la seguridad que necesitaba.

La vida consiste en avanzar, pero también en tomar pausas, obligadas o voluntarias, para respirar, para despejarte, para descansar, y luego, con toda la fuerza del mundo, volver a empezar, así sea con pasos pequeños, o cambios radicales. Los imperios personales no se construyen rellenando nuestra vida de cosas, sino tomando decisiones que impactan.