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No vengo de una familia donde al cumplir la mayoría de edad es normal ir a sacar tu licencia de conducir, por el contrario, esa actividad era algo lejana, extraña. Hace 2 años me mudé a Israel para estar con mi esposo, y si bien el sistema de transporte aquí es muchísimo mejor que en Perú, al mismo tiempo, se hace imprescindible saber manejar. En abril del 2021, luego de mucho debate, decidí comenzar con mis clases de manejo. Mi suegro me contactó con quien le enseñó a mis cuñados y comenzó la aventura.

Antes de continuar, quiero contarte que quizá hace 4 años, estando en Perú, decidí explorar la posibilidad de manejar. Fui a un centro de manejo y pedí una clase de prueba. Me tocó un profesor poco comunicativo, que me presionó mucho y dejó un mini trauma en mi. Si de por sí el tráfico limeño es estresante y abrumador, tenerlo a él de profesor en mi primera exploración automovilística solo reforzó que era mejor tomar el bus o ir en taxi. Ahora sí, de vuelta a Jerusalén.

No te voy a contar todo mi año de clases, probablemente sería más un libro que un artículo, pero si quiero decirte que Eyal, mi profe de manejo, fue esa mezcla perfecta entre estricto para las reglas de tránsito, sarcástico cuando me veía entrar en pánico porque estábamos pasando por una calle estrecha, y relajado cuando veía que necesitaba entrar en confianza. Si no fuera porque cuesta un montón de dinero tomar clases de manejo en Israel, probablemente lo contrataría para todas mis aventuras al volante.

En fin, aquí te cuento algunas lecciones aprendidas en casi 40 lecciones de manejo. Para que tengas un poco de contexto, para conductores nuevos, es obligatorio un mínimo de 28 clases. Al pasar las primeras 10 sesiones, tienes que dar el escrito, y eso te habilita para dar el práctico. Tanto las clases como el examen son en la calle misma, aquí no existen los circuitos. Antes de dar el examen práctico, la academia te toma un examen interno, si no lo pasas, tienes que seguir tomando clases.

Fallar está bien – Tuve que dar el examen teórico 3 veces, adelante, ríete de mi. La nota mínima es 26 de 30, y las 2 primera veces saqué 25. Como alguien acostumbrada a siempre aprobar, y algunas veces hasta recibir reconocimiento por mis logros, jalar un examen escrito era un poco duro. Luego del segundo examen entendí algo, tenía que cambiar mi mentalidad. El examen original es en hebreo, y si bien te permiten tomar el examen en varios idiomas, son traducciones mal hechas y por lo tanto algunas veces el sentido de las preguntas no es el correcto. Tuve que comenzar a pensar en hebreo, como un israelí. El tercer examen tuvo como resultado un 29 de 30. Y ahora me sé toda la teoría como si yo la hubiera escrito.

Concéntrate en la solución, no puedes cambiar el problema – Así como no me gusta jalar, tampoco me gusta cuando la gente no sigue las instrucciones. Conforme fui ganando confianza al volante, íbamos a zonas/barrios más complicados y comenzaban los problemas. Conductores que me cortaban en el camino, que se pegaban a su claxon como si eso fuera a cambiar la luz del semáforo más rápido. Chóferes que se olvidan de poner la direccional o que saltaban de un carril a otro como si no hubieran más autos alrededor. Mi reacción inicial era quejarme con Eyal, hasta que un día me dijo: deja de ver el problema, dime cómo lo vas a solucionar. Y ahí cambió todo. Claro que me quiero quejar, y probablemente lo seguiré haciendo, pero ahora mi queja viene con la solución.

Encuentra tu propio ritmo y comodidad – Si bien el manejar requiere mucha atención y concentración, también necesita que estés cómoda, que estés en tu elemento. Una de las recomendaciones antes de siquiera prender el carro, es asegurarte que el asiento, los espejos y el timón estén como a ti te gusta. Al inicio no lo entendía, pero cuanto más manejaba, más necesitaba que todo estuviera a mi gusto. Así descubrí que me gusta narrar lo que voy a hacer, e iba así: ahora pongo la direccional porque nos vamos para la derecha en el semáforo, y miramos al espejo para que no nos llevemos de encuentro a nadie. Seguramente no es profesional, pero me funciona. Así también, poner canciones que conozco, ir cantándolas me relaja y hace la experiencia más llevadera.

Tómate tu tiempo, desconéctate – Como te dije al inicio, por ley, los conductores nuevos tienen que tomar al menos 28 clases. Como ya sabrás, la intensidad es una de mis características principales, y andaba muy al tanto de qué número de lección iba porque ya quería terminar. Cuando decidí dejar de contar y simplemente tomarme el tiempo de aprender y entender cómo funciona el arte de manejar, es que las cosas mejoraron. No podemos acelerar todo en la vida.

Desde la primera clase mi profe me dijo que solo podía usar el celular si estacionaba el carro, es decir, no celular hasta terminada la sesión. Desconectarte es válido y necesario. A veces terminaba la sesión y al ver el celular tenía 9238358 mensajes y cosas por resolver, otra veces no había nada. La vida sigue mientras nosotros tomamos un respiro y no podemos hacer nada al respecto, y está bien.

Aún en plena tormenta puedes seguir avanzando – Era mediados de diciembre, tenía clase a las 5pm y el día anterior habían anunciado tormenta en Jerusalén comenzando alrededor de las 3pm. No quería ir, no me sentía preparaba para manejar en una tormenta, pero como cobarde confesa no soy, estaba esperando que mi profe cancelara la clase por precaución. Esa llamada nunca llegó, y me enrumbé a nuestra sesión. Fue una clase dura, con muchas dudas de mi parte, manejando super lento y asustada porque casi no veía nada entre la oscuridad y la lluvia torrencial. Aún así, terminé la clase con éxito, y el profe dijo que había hecho un gran trabajo. La tormenta puede ser dura, pero siempre se puede avanzar, aunque sea alguito.

Lo que aprendes de verdad, siempre queda – A muchos les parece exagerado que me haya tomado literal un año sacar mi brevete. Me jugó en contra la pandemia porque todo el mundo quiso aprender a manejar cuando relajaron las restricciones y mi profesor solo daba una sesión doble semanal a cada estudiante, y sumado a eso, en septiembre del año pasado me fui casi un mes a Perú, y luego mi profesor se fue 2 semanas de vacaciones. Cuando viajé a casa me preocupaba que al volver me olvidaría de todo y lo aprendido sería en vano, pero al reencontrarme con mi profesor, todo volvió a mi memoria y fue como si el tiempo no hubiera pasado.

Hoy tengo un brevete, tengo un permiso para manejar y ya comencé a agarrar el volante del carro que tiene mi esposo, y junto con eso, comencé a recibir los montos que hay que pagar por mantener un carro andando. El cuento de mujer independiente no incluye los costos, y eso me parece una estafa. Sí, estoy bromeando, pero en serio, es caro ser mujer empoderada.

Espero que se haya entendido que estas lecciones que recogí durante mis clases de manejo son aplicadas a la vida. Que a veces tenemos que ver las cosas en perspectiva, que las lecciones de un área de nuestra vida son transferibles a otras, y así crecemos y maduramos más bonito. Ahora con permiso que tengo que comprar cositas lindas para decorar el carro y que sepan que hay una peruana detrás de ese volante.