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Dice el mito que uno solo logra entrar en el servicio público con vara, pero como a mi me gusta dar la contra, entré al sector público sin conocer a nadie, con mi cuaderno de apuntes en blanco y con todo el empuje de la típica chiquilla que se quiere comer el mundo y recién está en los aperitivos.

He sobrevivido un año, sorteando todo tipo de situaciones – súmale una pandemia, para hacerlo todo un poco más interesante – que viéndolo en retrospectiva me han dado más de lo que vine buscando. Luego de 12 meses quiero contarte lo que he ido aprendiendo en este mundo que nunca pensé explorar.

Una nueva generación

Yo llegué al Estado en mi pony corporativo, y me encontré con un universo paralelo que nadie mencionó en la entrevista final. Recuerdo llegar a la sala/oficina y ver jóvenes corriendo de un lado para otro resolviendo cosas, alguien se acercó a hacerme una consulta, y nunca más dejé de escucharlos e intentar resolver sus problemas.

Hay un baile intergeneracional entre las distintas áreas y coordinaciones, y es genial ver la dinámica. En este año he tenido la oportunidad de trabajar con y para jóvenes apasionados para construir un mejor país. También ha sido un momento para aprender de ellos, darme cuenta que con mis 27 años, habían muchas cosas que ignoraba respecto a cómo se está construyendo el Perú.

Los buenos aún somos menos pero vamos ganando terreno

Si piensas que el sector público está lleno de “zorros viejos con malas mañas” quiero confirmarte que no estás equivocado, si dudas que hay personas buenas, también estás equivocado, porque sí existimos las buenas personas con buenas intenciones haciendo lo posible para hacernos un espacio en un ámbito tan duro y competitivo.

También habrán aquellos que se disfrazan de buenos bajo el pretexto de ayudar a los pobres y este es el típico truco de un zorro viejo de la política. ¿Los pobres merecen más oportunidades y beneficios? En definitiva, pero la merecen de manera limpia y no para ser usados en una pugna de poder político. Mi ingenuidad y yo tuvimos varios momentos de «wow, no me lo esperaba» hasta que le agarré el truco y se volvió más cómo «wow, ¿solo eso?». Los buenos estamos, y llegamos para quedarnos.

La burocracia existe por una razón

En mi entrevista de trabajo me preguntaron cuánto conocía de los trámites del Estado y admití que lo que sabía era desde el lado usuario cuando he hecho mil y un papeleos. Estando dentro entendí que si no hubieran los 123403843 pasos para resolver una solicitud, la municipalidad colapsaría.

Te explico, en la primera área que me tocó trabajar éramos cerca de 20 personas resolviendo casos de diferentes grados de dificultad llegaban a diario. Gracias a los “derivados”, al TUPA, y demás procesos, los del área podíamos respirar, coordinar e investigar para dar una respuesta correcta. Lima alberga a 10 millones de personas, es geográficamente extensa, resolver un caso podría llevarte una semana solo en traslados y reuniones de coordinación.

¿Pueden mejorarse los procesos? Sí, pero no hoy ni tampoco mañana. Están comenzando los cambios, aún antes que la pandemia nos enviara a trabajar desde casa, solo que es un poco difícil, pero ya vamos a llegar. Espéranos.

La política no es aburrida, pero tampoco es tan interesante como la pintaban

En mi primer año de la universidad, en mi clase de política mi profesor me preguntó qué pensaba de la política y recuerdo haber respondido: «no me interesa, es aburrida». La verdad, no la entendía y no me esforzaba en hacerlo tampoco. Aún es un misterio cómo aprobé con buena nota el curso.

Mi primera semana en el Estado todo me sonaba a chino, pero como la buena esponja andante que soy, fui aprendiendo y entendiendo mejor las cosas y aunque mi primer jefe me haya dicho: “tú no tienes visión política” en mi primer día, hoy sé cómo funcionan los partidos, qué influencia tienen los regidores y quién es un dirigente y por qué son importantes, entre otras cosas más.

La política no es aburrida, siempre pasa algo, siempre alguien dice o hace algo y causa efectos colaterales, pero así también, puede caer en una rutina entre la gestión de turno, su oposición y los beneficiarios/afectados que viene a ser la población.

Un día saliendo de la oficina, me encontré con este corderito, y ya, me hizo feliz verlo.

Mujeres al poder

Si bien la puerta para entrar al Estado me la abrió un hombre, la vida laboral me ha dado el privilegio de (casi) siempre tener como mentoras a mujeres empoderadas, y en esta etapa no fue la excepción. Merecen una mención especial, Mariella y ML, porque con su liderazgo, entre lágrimas, risas, lecciones y renegadas me han enseñado el valor de la gestión pública, que el vecino viene primero, que la necesidad del ciudadano debe ser atendida por encima de las ambiciones políticas de otros, que el peruano sí juega un rol importante en el presente que estamos construyendo.

Estas no fueron las únicas mujeres que han acompañando mi crecimiento en el sector público, Mili y Yali, mis compañeras de carpeta desde el día uno. Sin su paciencia para explicarme que es un DS y entender mis frustraciones cuando las cosas se iban por la ventana, hubiera dejado la chamba antes de que terminen los 3 meses de prueba. Mis días como servidora pública se hicieron más interesantes con ellas a mi lado.


En este año siento que he ganado el equivalente a quizá 5 años de experiencia en el sector privado, no lo cambiaría por nada, ni lo que recibí ni lo que di. Por el contrario, me atrevo a decir que todo ciudadano debería tener un servicio público obligatorio a realizar en algún periodo de su vida, no para aspirar a cargos de gerentes, si no para ver la realidad que a veces ignoramos al estar en nuestra burbuja privilegiada. 

Comienzo a caminar mi segundo año con la incertidumbre de lo que vendrá. Si mañana me tengo que ir, me voy feliz, satisfecha con lo que logré, aporté y aprendí, pero con ganas de darle más tiempo, pasión y entrega en todo lo que me pongan delante que involucre construir una mejor ciudad y a largo plazo un mejor país.