¡OJO! Normalmente le damos a la palabra choque una connotación mala, pero no siempre es así. El choque es un cambio, es un impacto. Chocarte contra un mar de pétalos es genial, no es lo mismo contra una pared de concreto.
Llevo cerca de un mes viviendo en Israel, un país del que siempre estuve enamorada, y el llegar aquí ha significado mucho. Dejar mi familia, mi trabajo, lo que conocía, y aventurarme a 1) volver a las aulas de nuevo, 2) aprender a vivir sola en un país totalmente diferente al mío.
Shabbat
Como sabes, Israel es un estado judío, por lo tanto sigue las reglas del judaísmo, eso significa que los viernes normalmente a partir de las 5pm el país se «apaga», no hay buses, solo colectivos (que son escasos) y taxis. Tampoco hay muchas tiendas abiertas (solo unas cuantas) y no muchas cerca a mi edificio, en resumen, el país descansa.

Y no tiene nada de malo descansar, pero si te olvidaste de hacer el mercado, prepárate para un ayuno intenso de viernes a sábado. Lo positivo es que ya no odio los lunes, ahora mi semana empieza los domingos, extraño, lo sé.
Los ortodoxos
En mi primera visita a Jerusalén, cuando quería volver a casa, me perdí, no estaba segura de donde tomar el bus a la estación central. ¿Qué hizo mi sabio ingenio? Seguí a un niño judío ultra ortodoxo, íbamos al mismo lugar.
Esta podría haber sido una excelente historia de cómo hice mi primer amigo menor de edad en Israel, si yo no fuera tan voluntariosa. Decidí ayudarlo con sus maletas – tenía muchas – y en el proceso lo toqué. LOS JUDÍOS ULTRA ORTODOXOS NO PUEDEN TOCAR UNA MUJER. Así que recibí una horrible mirada de desprecio y decidí ya no decirle nada. Técnicamente hablando, lo hice pecar, y me sentí muy mal al respecto.
Rudeza israelí
No me entiendas mal, el israelí que tiene cierto roce internacional es amable y atento a tus mil quinientas dudas, pero el local tiende a ser un poco rudo. Aún me duele un poquito que el señor del puesto de mandarinas soltara mi bolsa en medio de sus frutas, ¡podía habérmelo dado en la mano!

Y aún no entiendo por qué el encargado de los tickets de bus se niega a hablarme y solo me indica con un gesto molesto que debo ir a la puerta 15 para volver a Tel Aviv desde Jerusalen. Todavía me aturde un poco ver a un grupo de israelíes conversando – a gritos – sobre el clima.
Barrera lingüística
Tengo una relación amor/odio con el hebreo, el idioma oficial de Israel. Sí, casi todos hablan inglés, pero me frustra no poder leer los avisos en la universidad, u hojear una revista mientras espero algo. Mi hobby es leer palabras aleatorias que conozco en la calle.
Moovit puede ser la mejor aplicación del mundo para ubicar tu bus y tu parada – a diferencia de Perú que te bajas donde/cuando quieres – pero todo está en hebreo, así que he tenido un par de malos ratos intentando descifrar para donde caminar, pero al final siempre encuentro el camino de vuelta a casa.
Aunque todos estos choques te parezcan negativos y contradigan la introducción de este artículo, por cada cosa no tan bonita, pasó algo que lo compensó.
En Jerusalén una señora judía me adoptó para embarcarme en el bus correcto, en el mercado de Tel Aviv un israelí me ayudó a comprar mis mandarinas, ahí mismo los locales me ayudan a aprender palabras útiles para poder comprar, obvio las olvido en el momento que salgo de ahí, pero al menos lo intento. Entre otras cosas más.
¿Qué quiero decirte con esto? Empezar una nueva aventura significa amar tu cultura, pero estar dispuesta/o a entender y aceptar la que encuentras en tu nuevo país. No todo es rosado, pero tampoco es blanco y negro. La vida viene a colores y hay que aprender a utilizarlos de la mejor manera.