Mientras comienzo a escribir esto – probablemente una semana o más antes de publicarlo – estoy literalmente abrazando una lata de quaker. No la había visto antes en la tienda donde hago mis compras, pero hoy mientras buscaba hummus, la vi, en una esquina con otras latas y se me llenaron los ojos de lágrimas, mamá me ha despertado por 24 años de mi vida con una taza de quaker, y no está aquí conmigo para seguir la tradición.
Hace poco alguien comentó en uno de mis artículos lo positiva que era y que siga así, pero creo que es importante contar que no todo es tan bonito. Te conté de los choques culturales, a diario me encuentro con uno, ya no les doy tanta importancia y solo les respondo con una sonrisa.
Hace dos semanas mi hermano me envió un selfie mientras estaba en videollamada con mi mamá, sí, me tiré al llanto. Estar lejos de mi chico favorito no es fácil. Me he encontrado a mi misma diciendo su nombre mientras no alcanzo algo que está muy alto. No escucharlo tocar guitarra por las noches hace larga la hora de dormir, no hay quien me arrulle musicalmente.
Si bien siempre me ha gustado mi espacio personal, y puedo coexistir conmigo misma sin ningún problema, han habido muchas noches en las que he querido regresar a casa, y solo abrazar a mis papás para recargar fuerzas emocionales.
Manejar las finanzas no es fácil. El simple hecho de no tener un ingreso por momentos me asusta, pero papá me enseñó a llevar las cuentas. Tengo un cuaderno donde apunto todo lo que gasto. Sí, a veces me emociono y compro cosas que realmente no necesito, pero que se ven lindas. Véase el gorro de navidad, innecesario pero adecuado para la temporada.
Hasta el cierre de este artículo solo he tenido que enfrentar el matar a una arañita, mi plan de contingencia si veo una cucharacha o araña grande, es llamar a uno de mis vecinos que ya se comprometió a matar cualquier bicho que me intimide y a abrir todas las latas que ponen a prueba mi feminismo e independencia.
¿Saben lo difícil que es comer balanceado cuando se vive sola? Tienes que hacer las compras, recordar que la comida vence y por ende hay que comerla a tiempo. Hay un escenario altamente probable que pudo haber pasado hace unas semanas pero que negaré que pasó, en el que pasé 3 días comiendo solo yogurt y cereales, porque ¿Quién tiene tiempo de ir al centro a comprar comida, cocinarla y distribuirla?, en serio, ¿quién? Por favor, no le digan a mi mamá.
Y al final, lo que más miedo me da, es perderme – en el buen sentido – en esta nueva cultura, y olvidar la cual en la que crecí y me hizo la persona que soy hoy. ¿Dónde dibujo la línea entre lo que soy y represento, y entre lo que quiero ser para formar parte de este nuevo mundo en el que vivo?