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Es un viernes 13, y estoy intentando terminar mis pendientes para, como buena peruana, sufrir con el partido versus Paraguay. Estoy en Facebook haciendo nada, simplemente porque es parte de la rutina tenerlo ahí abierto, voy bajando por el news feed y veo fotos de la torre Eiffel, y luego veo palabras como: masacre, atentado, dolor, incertidumbre, y todas están relacionadas con París. Pongo pausa a mis cosas, y comienzo a cliquear diferentes links. París ha sido atacada, en diferentes puntos, por causa no conocida en ese momento.

Mientras medios de comunicación, locales e internacionales, afirman tener la noticia de «último momento», Facebook genera dos acciones interesantes. Primero, activa su safe check, tal y como lo hizo en la catástrofe de la India, y con lo ocurrido en Chile. Puntazo para Facebook porque nuevamente demostraba que no es un red social solo para perder tu tiempo, sino para unir personas en momentos de incertidumbre. (Logré confirmar que las pocas personas que conozco y me importan en París, están a salvo en sus hogares).

Segunda acción, se activó la bandera de Francia para ponerla temporal como filtro en tu actual foto de perfil. Y se volvió la misma historia de cuando aprobaron el matrimonio gay. El 85% de mis amigos eran un filtro de bandera, e imposible saber quién era quién a primera vista. Yo no he puesto la bandera, no porque piense que es ridícula ponerla, sino porque siempre he estado en contra de estar en la misma posición que las masas.

¿Qué ocurrió en París? Se culpa al Estado Islámico, se culpa a los extremistas musulmanes, se culpa a los inmigrantes de Siria, se culpa a los mismos franceses por bajar la guardia en su seguridad nacional, se culpa a todos, cuando encontrar un culpable no volverá a la vida a los más de 120 muertos la noche del 13 de noviembre.

Cuando la ciudad de las luces se apaga, el mundo se enciende por ella.
Cuando la ciudad de las luces se apaga, el mundo se enciende por ella.

La ciudad de las luces se ha apagado, y está recuperando fuerzas en su oscuridad, para surgir nuevamente, como la grande que siempre fue. Y nosotros los espectadores de siempre, que nos solidarizamos con casi cada drama mundial que hay, ¿Qué podemos hacer?

Akbar Ahmed, experto internacional en el islam contemporáneo, recomienda dejar de estigmatizar a la comunidad musulmana que ya vive en los países europeos y/o americanos, porque son la fuerza interna que mueve el terrorismo, a veces, no siempre, agrego yo.

¿Es un mal momento para pertencer al Islam? Probablemente sí. La religión, cualquiera que sea, no tiene como finalidad incentivar la violencia, pero siempre existirán tres locos que lo llevaron al extremo, y juntaron sus respectivas masas de locos sin propósito para perseguir objetivos que ningún dios (Con minúsculo) aprobaría.

Está bien que tu corazón se acongoje por lo sucedido en París, el mío se hizo una bolita de dolor, pero no podemos quedarnos así, tampoco podemos tomar un vuelo e ir a ayudar, pero podemos informarnos, y hacerlo de verdad. Ver más allá de lo que la TV nos muestra, de lo que El Comercio u otro diario nos escribe.

La lucha jamás será para erradicar una religión, al menos esa no es mi lucha. La lucha siempre debería ser, tanto por Francia o por Siria, el poner en la mesa el terrorismo, qué los alimenta, QUIÉN los financia, y cómo mandarlos a la esquina como niños malcriados en el aula, y enseñarles de nuevo, lo que es habitar en una comunidad que quizá nunca tenga paz, pero que al menos evita la guerra.

El 13 fue Francia, ayer fue el Líbano. Mañana podría ser Perú, o Madagascar, y será siempre lo mismo, terroristas queriendo tomar el poder por la suya, escondiéndose detrás de alguna religión que retorcieron a su gusto, y tomando la vida de inocentes.

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