Hace un tiempo me inspiré y te conté cómo preparar falafel. Esta vez decidí aventurarme por uno de mis platos favoritos del Medio Oriente que comí casi semanalmente en mi aventura israelí. Lamentablemente debo advertirte que no me salió tan bien como los especialistas, pero dicen mis fans israelíes que se veía muy bien, y mi papá me ama tanto que comió casi la mitad. Así me engaño a mí misma sobre mis habilidades culinarias.
El primer paso es revisar si ningún delivery en tu ciudad hace este plato, si es así, te toca resignarte a que en serio tienes que prepararlo tú, cuando hayas interiorizado esta situación procede a prender la hornilla y poner tu sartén con un poco de aceite de oliva.
Previo a eso, deberás haber picado lo siguiente: 1 cebolla mediana, 1 pimiento rojo mediano, 200 a 400 gramos de tomate y pimentón dulce. Así también necesitas tener abierta una lata con 30 gramos de concentrado de tomate y tener a la mano comino, azúcar, sal, pimienta y 4 huevos.

Luego agrega la cebolla picada para que comience a dorar, posterior a eso agregamos el ajo y el tomate picado. Cuando veas que todos ellos comienzan a sudar, agregas de a pocos el concentrado de tomate.

Cuando veas que ya es más pure que sólido, ha llegado la hora de dar un paso más, es agregarle la sal, la pimienta, el comino y un toque de azúcar, igual, ve probando para sentir el sabor.
Luego necesitas hacer 4 agujeros dentro de lo que estás preparando, en cada agujero verterás un huevo (ver foto), y esperarás que se cocine; puedes taparlo un rato, para una cocción más rápida.
Lamentablemente no tengo una foto de cómo se vio en el plato, pero como te dije, mal no me quedó jaja, aún me queda pendiente intentarlo de nuevo. Lo interesante de este plato es que sirve tanto para un desayuno, como para un almuerzo, o un snack. Lo ideal es comerlo con pan blanco, puedes remojar el pan, o poner el shakshuka dentro de él.
