Seguro estás pensando que el título de este artículo está mal redactado, y quizá es cierto, pero tiene una razón de ser. En el 2017 dejé Perú por primera vez, me fui a Israel a seguir una maestría en la Universidad de Tel Aviv. Viajé en la quincena de octubre, y días antes tuve una reunión de despedida con familia y amigos. Mi mamá decidió hacer el momento aún más nostálgico pidiéndole a cada uno de los asistentes que dijera algunas palabras, y claro que me sentó al medio, para que todos me vieran llorar.
Palabras más, palabras menos, todos hablaron y yo, que tiendo a obsesionarme con los pequeños detalles, me quedé pensando en lo que dijo una de mis primas. “Ojalá que busques lo que encuentres”, y claro que todos nos reímos ya que la frase es “ojalá que encuentres lo que buscas”. La frase errónea, o quizá la frase que estaba profetizando lo que iba a pasar, me acompañó en el vuelo y en mis distintas aventuras de mi primera vez fuera de casa, valiéndome por mi misma.
Las semanas y los meses pasaban, y si bien encontraba situaciones y experiencias interesantes en el cambio, nada parecía ser lo que estaba buscando, aún cuando en realidad no venía a buscar algo en particular. Hice nuevos amigos, pero no los buscaba, ya tenía varios esperándome en casa. Gané experiencia laboral, que fue algo interesante para agregar a mi CV, pero tampoco buscaba eso. Conocí nuevos lugares, probé comida nueva, viví experiencias que quizá en casa no habría tenido, pero todo para mi era parte del paquete de estar en el extranjero haciendo una maestría.

Y un día apareció él. Con sus ojos azules, su piel blanca, su barba roja, una seriedad que me hacía sentir en casa, pero con un sentido de aventura que me invitaba a seguir explorando quién era. Lo conocí en un museo, mientras buscaba aprender más de este país que me estaba acogiendo. Obviamente no apliqué el consejo de mamá de no hablar con extraños.
Comenzamos como amigos, un marzo del 2018. Intercambiamos números para seguir en comunicación, me daba recomendaciones de sitios para visitar en Jerusalén mientras yo corregía su español que en realidad ya era muy bueno de por sí. Yo no estaba buscando nada serio, no estaba buscando nada en broma tampoco. Solo estaba viviendo.
Los meses pasaron, mi tiempo en Israel se iba acortando, y así como quien no quiere, terminé en casa de su familia conociendo a su mamá y a quienes ahora son mis cuñados. Más tarde conocería al papá. Su familia y amigos ya sospechaban que algo pasaba porque él odia(ba) ir a Tel Aviv pero sus visitas eran frecuentes, tenía una motivación oculta.
Me pidió que sea su enamorada con mi libro favorito, El Principito, y ahí estaba yo, aceptando formalizar una relación de la que solo mis amigos de la maestría sabían. Papá siempre me dijo que no quería saber de vacilones, y quizá por eso nunca presenté a nadie en casa. Esta vez íbamos en serio, así que a través de una videollamada lo conocieron, y lo amaron desde ese momento.
Mi mamá, mi tía y prima vinieron a mi graduación y fueron las primeras de mi familia en conocerlo en persona. Fue nuestro guía turístico, pero también supo darnos nuestro espacio ya que hace 1 año no nos veíamos. Enamoró a mi mamá quien dijo que le gustaba como me cuidaba y se aseguraba que siempre estuviera bien. Y es que así es él, siempre atento a que mi torpeza y mi falta de atención no me lleven al hoyo.

Llevamos 2 años de casados, y un poco más de 4 años desde aquel encuentro en un museo en Israel. Van 2 años desde que no solo me pidió que sea su compañera de vida, también me pidió que recogiera mis raíces peruanas y me fuera a replantar en Israel a su lado. Regresé a Perú al terminar la maestría, tenía claro que si iba a levantar mis raíces, tenía que ir a verlas nuevamente antes de tomar la decisión. Aparte, ¿estaba buscando un esposo?
Yo nunca tuve como objetivo un matrimonio, mucho menos tener hijos o formar una familia con alguien. Él despertó en mí una necesidad de echar raíces a mi propio estilo, me hizo darme cuenta que quería construir algo con alguien, pero no con cualquiera, sino con él, específicamente con él y nadie más. Me volví una señora que planeó una boda en menos de 10 días y lo disfruté al máximo. Me volví una señora que se enamoró de su señor.
Y como dijo bad bunny y bomba stereo en ojitos lindos: Yo no te busqué, nos chocamo’ en el trayecto. Yo no sabía que estaba buscando un compañero para toda la vida, no sabía que estaba buscando reubicarme en el mundo, y mucho menos, que estaba buscando nuevos retos más allá de mis fronteras. No sabía lo que buscaba hasta que lo encontré.