Cuando comencé la universidad mi abuela tuvo una intervención quirúrgica porque le detectaron cáncer, luego tendríamos casi un año de supuesta tranquilidad hasta que atacó nuevamente, sería meses un poco complicados. Yo iba una vez a la semana a visitarla, pasaba tiempo con ella y el abuelo.
Un día el abuelo descubrió un juego llamado ludo. Él amaba el ajedrez pero lo cambió por un juego más sencillo y dinámico con tal de ver a su esposa feliz. Esa era una de sus muchas formas personalizadas de decirle una y otra vez a mi abuela cuanto la amaba.
El ludo es una variación de un juego inglés creado en 1896, significa «yo juego» en latín. Necesitas un solo dado y el turno comienza por la izquierda, no la derecha. En este juego el 6 es el número bueno y malo. Lo necesitas para sacar a las fichas y obtener turnos extras, pero si lo lanzas 3 veces seguidas, se pierde todo el avance. Si dos fichas del mismo jugador caen en la misma casilla, éstas bloquean a las otras para no dejarlas pasa, para poder superarlas hay que caer en la misma casilla.
Mi abuelo era un hombre de muchas habilidades, le molestaba que el ludo que comprábamos en la tienda fuera muy pequeño, que las fichas sean tan delgadas y que la base sea de un cartón muy fácil de arruinar. Ojalá tuviera una foto para mostrarte lo que hizo, pero era una versión de ludo con cobertura de vidrio y con colores brillantes, las secciones bien divididas y espacio suficiente para que todo se viera hermoso.
Nos sentábamos en la sala de la casa de mis tíos a jugar, mi abuela y yo éramos aliadas para intentar hacerlo perder, pero por alguna razón él siempre nos ganaba, se daba cuenta de nuestra alianza secreta, y no le parecía gracioso, aunque todo se le olvidaba cuando la veía reír y pedir el dado para seguir tirando. Ella se esforzaba para estar en esa mesa, sabía que él lo hacía todo ella, y ella todo por él.
Ahora algunos domingos juego ludo con mi familia, y siempre se me viene a la mente cómo llegó este juego a mi vida. Me hace pensar en el valor de los momentos con tus seres queridos, nadie puede quitarme los recuerdos de mi abuela riéndose cuando le «comíamos» una pieza a mi abuelo, y nadie puede quitarme las risas de mi hermano cuando «come» una de mis piezas me mandan a mi casilla inicial.
Si me preguntaran cuál es mi juego de mesa favorito, te diría ludo. Si me preguntas cuál es el juego de mesa que destruye amistades y familia, te diría el monopolio, pero esa es una historia para otro artículo. Ahora ve al mercado más cercano, compra un ludo y junta a tu familia para un momento de calidad. Es tiempo de crear memorias y tiempos para el recuerdo.