Hace dos semanas esperaba el bus para ir a trabajar, me había puesto más linda de lo normal – entiéndase usar labial – y un auto particular sobreparó a mi lado para decirme la frase con la que titulé este artículo. Ni me gusta recibir órdenes ni ando buscando validación en lo guapa que algunos días me veo.
¿Qué significa violencia? La violencia se define como todo acto que guarde relación con la práctica de la fuerza física o verbal sobre otra persona, animal u objeto originando un daño sobre los mismos de manera voluntaria o accidental. El elemento principal dentro de las acciones violentas, es el uso de la fuerza tanto física como psicológica para el logro de los objetivos en contra de la víctima.
Me llena de pena que tengamos que incluir un día en el calendario para recordarle a la gente que aún estamos en pie de lucha por ser mujeres libres y ya no estar en un constante estado de vulnerabilidad. Desde 1993 la ONU declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer.
Hoy no vengo a hablar de resoluciones internacionales, ni de estadísticas locales. Quiero darte un par de tips para detectar esa posible violencia que se va cocinando desde casa. Quiero brindarte una zona de seguridad para que puedas huir del ambiente violentado en el que quizá te encuentras hoy. Quiero decirte que no estás sola, que he visto mujeres golpeadas, abusadas – físicas y verbalmente – y me hierve la sangre de saber que muchas estuvieron/están solas.
La maternidad
Quien le enseña a un hijo a respetar a las mujeres en teoría debería ser ambos padres, pero Perú tiene un alto porcentaje de matrimonios disfuncionales, lo cual muchas veces le da a la mamá la responsabilidad de criar hijos con valores correctos mientras hace malabares para sacar adelante a la familia. Y sí, esto también es una forma de violencia.
A mi me encantan los bebés, me fascina cargarlos, hablarles con voces raras, hacerlos reír, me dan energía (¡y no, no estoy lista para tener los míos!). A veces me tocan bebés, que ya no son tan bebés porque ya medio que hablan y en definitiva saben escuchar las instrucciones de sus padres, que han pensado que es buena idea jalarme el cabello/los aretes o golpearme en la cara para manifestar su «cariño».
Cuando me ha tocado un bebé así he tenido dos tipos de padres, el primero que se acercó y le dijo al bebé: no, así no se trata a una mujer. El niño dudó pero al final bajó las manos y cambió su estrategia de interacción. El segundo tipo se rió de lo que hacía su criatura y dijo que así expresa su cariño. Te dejo que lo interpretes como mejor creas conveniente.
Y la tendencia sigue, en el nido estaba ese dicho: más te pego, más te quiero, que justificaba por qué el niño le jalaba las trenzas a la niña que le parecía linda. Luego pasaríamos al colegio donde la tendencia no cambia mucho. Críamos a nuestros niños pensando que son el sexo fuerte y por ende tienen una autoridad inmerecida sobre la mujer.
La vida diaria
La mujer tiene que interactuar con diferentes tipos de hombre en cada etapa de su vida. Desde compañeros de clases, hasta colegas. Desde colaboradores hasta jefes. Del que la atiende en el supermercado hasta el taxista que la recoge para volver a casa.
La violencia puede ser obvia o sutil, pero está ahí y no debería. Cuando asumen tus decisiones sin preguntar, cuando controlan tus acciones. Cuando se creen dueños de tu cuerpo y de lo que usas. Cuando te tocan de manera indebida, cuando van en contra de tus deseos. Todo esto es violencia.
Cuando el taxista cambia su ruta y decide qué hacer contigo, es violencia. Cuando te silban en la calle, es violencia. Cuando tu jefe/colega te abraza o insinúa cosas, es violencia. Cuando tu compañero gana más que tú por ser hombre, es violencia.
El amor y el matrimonio
¿Sabes qué me molesta? Cuando mi amiga me dice: es que mi enamorado no me deja ir. Y no es que nos estemos yendo de parranda a una discoteca, sino a cenar y a ponernos al día en nuestras vidas, pero su querido ha decidido que ella gasta mucho dinero, y que lo que tiene debería invertirlo en su relación y no en sus amistades.
«Es que yo lo hice enojar y perdió el control, pero ya me pidió perdón y dijo que no volverá a pasar». Quiero que sepas que pasó, y en definitiva, pasará nuevamente. Ese ojo morado, fue un error de estrategia, porque luego se volverán golpes en el tórax para que nadie pueda verlo.
Llámame fachada a la antigua pero no se debe tocar a la mujer ni con el pétalo de una rosa. Cuando él controla tus amistades, tu tiempo, hasta los momentos de familia, está violentando tu vida. Que tengan una relación no le da derecho a ser dueño de tu cuerpo, sigues siendo dueña de ti misma desde los pies hasta la última hebra de tu cabello.
La «prueba del amor» es una forma de violencia, el querer controlar como te cuidas de un embarazo es violencia. El controlar tus gastos es violencia. El intimidarte cuando te equivocaste es violencia. El decidir por ti, porque solo quiere lo mejor para ti, es violencia. El tildarte de cosas que no eres es violencia. Todo aquello que va en contra de tu integridad, es violencia.
Sí, sé que todo lo que acabo de decir es previo al «Sí, acepto» en el altar. Que quizá decidiste hacerte de la vista gorda a las señales, o como decía mi abuelita: El hombre enamorado esconde las garras hasta el matrimonio, y por eso quizá me da tanta ansiedad el matrimonio, no sea que el señor Random se transforme luego de intercambiar los votos en el altar.
Quiero que sepas que, por cliché que suene, nunca es tarde para dejar una relación. Según una propuesta de investigación que realicé en el 2014, y que algún día retomaré, muchas mujeres abusadas físicas y psicológicamente en el matrimonio no dejan a sus maridos por los siguientes miedos: falta de recursos económicos, al «qué dirán» de la gente, el bienestar de sus hijos, al poco apoyo de las instituciones públicas, al no encontrar otra pareja y quedarse solas, a ser la vergüenza de la familia, entre más.
Quiero que sepas que yo también estoy aprendiendo a dibujar la línea entre lo que quiero y lo que un hombre pueda querer imponerme. Que yo también estoy aprendiendo a pararme por mi misma y a no «dejar que me pisen el poncho» como decía mi abuelita. Y sobre todo, quiero que sepas que no estás sola, que cuentas conmigo y con canales de emergencias dispuestos por el Estado.
Y tú, varón, que por error leíste hasta aquí. Basta ya de pensar que eres dueño de la mujer que está a tu lado. Basta ya de imponer tus gustos y preferencias sobre el estilo de vida que ella ha escogido. Basta ya de justificar tus abusos hacia la mujer como necesidades de cualquier hombre. ¡Basta ya!