Peruano que no le gusta el tamal, no es un peruano de verdad. Probablemente te levantas los domingos y ruedas hasta el Wong más cercano para comprar tamales para el clásico desayuno limeño: tamal, con cebollita, su pan francés y su café, o quizá para el te de tías de la semana vas a la panadería San Antonio y pides un tamal con tu jugo surtido. Lo que no sabías es que ese tamal buenísimo es fabricado por la familia Montjoy, lo que tampoco sabías es que yo hace 6 años solo consumo tamales Montjoy y me niego a comer otro tamal. Es cuestión de valores, ¿sabes?
Me he sentado a conversar con Pedro Montjoy, quien heredó el negocio y lo engrandeció. Quien no solo se dedica a preparar los mejores tamales que tu paladar alguna vez probará, sino que desde su esquina surcana hace lo posible por un Surco más bonito, y por extensión una Lima y un Perú más elegante.
La historia
Los tamales Montjoy cumplieron 87 años el pasado 15 de mayo, y aunque hoy fabrican en cientos por semana, comenzaron con 15 tamales de pollo y 5 de chancho. El negocio familiar comienza con la abuela de Pedro, quien en una esquina de Surco preparaba sus tamales. Una de sus hijas, la tía de Pedro, luego de perder a su esposo vino del norte para la capital y decidió invertir en este proyecto familiar.
La tía se iba a ofrecer tamales a Tubino por Miraflores, a Solari por Pardo, mientras la mamá de Pedro iba hasta la San Marcos para venderlos. Un día la tía llegó a una bodega Mariátegui, al dueño le gustaron los tamales y les conectó con la panadería San Antonio. Más de 60 años acompañando tu té de tías de los viernes y/o domingos.
Luego se contactarían con Erasmo Wong quien los llevaría a su bodega en 2 de Mayo, así como comenzó nuestros hermosos supermercados Wong, así comenzaron a vender los ricos tamales Montjoy. En aquello época había unos mercados llamados TODOS que pertenecían a los Rockefeller, y adivinaste bien, también vendían ahí.
Los tamales Montjoy pasaron de producir menos de 50 tamales a la semana, a cerca de 800. A más producción, más insumos, por ello deciden comprar una chacra para sembrar sus propios ingredientes. Llegó la época de Velazco y todo se volvió nacionalista, las empresas extranjeras se fueron y tiendas como Wong crecieron exponencialmente, y a la par crecerían los Montjoy.
¿quién es Pedro Montjoy? Sus hermanos mayores ya trabajaban con la tía, él terminó el colegio y debía seguir con la universidad. Primero lo mandaron a la escuela de policías, pero de una manera u otra se escapaba a diario, luego lo mandaron al norte a estudiar, y siempre encontraba su camino de vuelta a la capital. Pedro no quería aburrirse con más libros, quería ser parte del negocio familiar, aprender y emprender.

La tía decidió darle un lugar en el imperio, acompañaba a sus hermanos mayores – que ya estaban en el negocio – en sus distintos viajes para traer insumos y demás cosas. Pedro siempre fue un tipo con las antenitas prendidas, nada se le pasaba por alto. Tomaba nota de lo que hacían los hermanos, reportaba y buscaba implementar mejoras.
A los 17 años se emancipó, sacó su brevete, le pidió a su tía un préstamo para comprarse un camión y tener su propio negocio trayendo productos del interior del país. Su mamá se volvió su compañera de viajes, y cuando empezó a ganar su propio dinero era a quién engreía más. Viajó todo el norte con su progenitora, tuvo aventuras con quién le dio la vida y en 85 tuvo que verla partir.
Él siguió con sus viajes, conociendo Perú y ganando experiencia, hasta que su tía le pidió volver ya que se encontraba enferma. Su tía tenía planes más grandes que manejar un camión en el norte para Pedro. Ella vio en él a su heredero, a quién conocía el negocio mejor que nadie y quien podría potenciarlo aún más.
Corporación Montjoy
El heredar el negocio familiar no fue tarea fácil, tuvo que ordenar los pendientes, presentarse con los dueños de las empresas a las que le proveía tamales, y también tenía el reto de mejorar y repotenciar lo que le habían dejado.
Las plantas de elaboración estaban en Surco, pero necesitaban algunas mejoras, tiró abajo el lugar y lo reconstruyó de tal manera que pasó todas las pruebas de calidad necesarias para ser un productor reconocido. Mientras esto sucedía, un porcentaje de las tiendas en las que vendían comenzaron a cerrar, y la demanda bajó, lo cual lo llevó a cambiar su estrategia comercial para encontrar su espacio en el mercado peruano nuevamente.
Hoy sigue siendo proveedor de San Antonio y Wong, ha cambiado y ampliado su planta para aumentar la producción, porque incrementaron sus compradores: Plaza Vea y Vivanda se unieron al club de los clientes fieles de tamales Montjoy, y próximamente los que viven al interior del país también podrán disfrutar este manjar peruano.

Soy tan fiel a los tamales Montjoy, que expuse a mi hermano a ser detenido por migraciones del aeropuerto israelí al traerme 8 tamales para pasar mi cumpleaños de la manera más peruana posible. Mis compañeros de clase que tuvieron el honor de probarlos, algunos americanos, afirmaron que son más ricos que los tamales mexicanos. Como dato curioso, la temporada alta para la producción de tamales es el día de la madre, y no me sorprende, teniendo en cuenta que esta aventura alimenticia comenzó con 3 madres.
Vecino surcano
Pedro ha pasado mucho tiempo en Surco, quizá demasiado. Conoce lo bonito, lo feo, y lo “mejor no le contemos a nadie” de este distrito en el sur de Lima. Describe a Surco como un distrito de tradiciones, pero amurallado, lo cual no le permite innovar o aceptar nuevas ideas. A Pedro le gustaría un Surco más abierto al cambio.
Yo no sabía, y lo descubrí en la entrevista, que Surco tiene su propia sopa, la cual consiste de fideos espesos y un cuarto de pecho de res, y según recomendación de Pedro, la puedes consumir en el restaurante Don Roberto. Otro plato famoso – repito, yo no sabía que tenían platos tradicionales – es la guatia, un pedazo de carne con hierbas. Llevo casi 5 años en este distrito e ignoraba estos datos culinarios, me siento mal. En serio.
El sueño de Pedro, y que en mi opinión ya lo está logrando, es ser un agente de cambio para bien para el distrito que lo ha acogido durante tanto tiempo, y que fue el nido donde se gestó la corporación Montjoy. Si leíste hasta aquí, no tienes más opción que ir y comerte un tamal Montjoy a nombre de Pedro y mío.