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De pequeña les tenía cierto recelo a los payasos, aun cuando tenía claro que era gente maquillada con una nariz roja. Siempre pensé que ese era el único tipo de payaso que existía, hasta que mi jefa se metió a un curso de clown, y luego Payasos de Emergencia llegaría a mi vida.

Ingrid es la encargada de prensa de esta genial ONG que aparte de visitar a los niños en el hospital – como si esto no fuera suficiente – también realiza talleres para que puedas no solo dejar salir a tu niño interior, sino darle forma a tu persona actual.

«Está comprobado científicamente que un clown aporta mucho a los niños, sobre todo el estado anímico»

Me cuenta Celeste Suarez mientras nos sentamos en la pequeña sala/oficina de Casaluna, lugar donde se desarrollan los talleres de Payasos de Emergencia, donde la magia entra a trabajar. Graduada como payaso humanitario en noviembre pasado, hoy es un payaso de emergencia y colaboradora de la ONG.

«Ir al hospital con un clown que no está preparado puede ser perjudicial» y para eso es que tienen un curso de preparación en cursos generales que dura alrededor de 5 meses y luego pueden especializarse en clown escénico o humanitario, cada uno con una duración aproximada de 4 meses, para terminar con una tesis. Ser payaso no es cosa fácil.

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La Dra. Ganchito (Izq.) y la Dra. Colores (Der)

«Yo estaba esperando el momento en que me dijeran que no iba bien, en qué momento me pones en jaque mate para yo sacar algo mío.»

Y el momento no llegaría para Linda Velasquez hasta entrar al ciclo intermedio del programa para clowns. Cuando uno comienza un proyecto nuevo, siempre espera de su mentor un feedback, que es lo que Linda esperaba conseguir de Sara, directora de Payasos de Emergencia. Sara le dijo que primero tenía que ser ella mismo al 100% para luego ir moldeando a su payaso.

Cada uno de estos doctores de emergencia llegó con una historia, empezó su vida de clown por una razón personal, y para Linda no era la excepción. Pasó de ser alumna a docente, a descubrir nuevos talentos artísticos. Me cuenta que la experiencia de enseñar y ver crecer a estos alumnos es completamente diferente pero casi igual de satisfactoria a la magia de estar en el hospital en una intervención.

«El clown saca lo mejor de una persona, y te ayuda a hacer el ridículo»

Aaron tiene 20 años y estudia en la universidad de Ñaña. Siempre tuvo afinidad por las artes escénicas y llegaría a Payasos de Emergencia porque se dio cuenta que ser payaso requería de técnica, de ser moldeado.

Payasos de Emergencia alberga todo tipo de alumnos, diseñadores de videojuegos, estudiantes de negocios, hasta un grupo de seminaristas que cruzan la ciudad para encontrar un espacio de libertad, que como lo dijo Aaron, saca lo mejor de cada uno de ellos.

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Sarota, al fondo, dirigiendo a sus alumnos en el taller de clown

La vocación al servicio es un llamado al amor que se siente desde chiquito.

Payasos de Emergencia existe gracias a Sara, y ella existe gracias a Payasos de Emergencia. Escuchar a Sara hablar de cómo nace esta hermosa ONG es escuchar a una mamá hablando de sus hijos, a una profesora orgullosa de su alumno, es escuchar a una mujer enamorada.

Ha estado involucrado en temas de voluntariado desde los 12 años, comunicadora de profesión, un día se dio cuenta que los fines de semana ya no eran suficientes para dedicarlos a la vida clown, y lo dejó todo para probarle a gente como yo – un poco incrédula – que uno puede vivir realizado como payaso.

En setiembre de este año, PDE cumplió 4 años. Tiempo que han dedicado a recordarle y enseñarle a sus alumnos lo que Sara me dice tan apasionadamente: «Creo que si nos ocupamos primero de otros y luego de nosotros, no estamos llevando el orden correcto. Nos estamos distrayendo de realmente hacer tu trabajo, y es que hemos venido a ser felices.»

Y esto es justamente lo que Sara junto con su equipo realiza, se ocupan de ellos mismos, se sanan, se conocen y luego reparten sonrisas y alegrías en los lugares donde muchas veces eso es todo lo que llega. Y a través del tiempo y la experiencia han comenzado a compartir con más personas el secreto de su inacabable felicidad, a través de talleres, visitas a empresas, entre otras cosas.

«Para que cada uno tenga un nombre de payaso básicamente es una decisión personal»

Celeste es la Doctora Colores, porque siempre le ha gustado, valga la redundancia, los colores. Linda tiene el nombre de Doctora Ganchito, me contaron que es porque siempre llevaba ganchitos a todas partes. Sara, la directora, es conocida como Doctora Sarota, una mezcla entre Sara y Garota, apodo que le pondría una de sus profesoras que era brasileña.

Para tener el título de doctora no es solo cuestión de tener una historia bonita, y vocación de servicio, tienes que llevar el curso que pulirá tus habilidades y te hará encontrarte a ti para luego darte a conocer al mundo. Mientras trabajo en cómo ser una doctora payaso, me despido de esta nota como la payasa Random 🙂